jueves, 1 de octubre de 2009

ENTREVISTA A GUSTAVO MONTIEL


PÁGINA/12

Miércoles, 30 de septiembre de 2009

CINE › GUSTAVO MONTIEL PAGES FILMO MAREA DE ARENA EN LA PATAGONIA

Un drama de autodestrucción

Para el cineasta y productor mexicano, el sur argentino es “un espacio abierto de extraño encierro”. En ese contexto situó la historia de una pareja que se separa y de la obsesión enfermiza del hombre por la figura de su antigua amada.

Por Oscar Ranzani

El productor y cineasta mexicano Gustavo Montiel Pagés decidió filmar su más reciente película, Marea de arena, en la Patagonia. Se trata de una coproducción mexicano-argentina (Asecine y Maíz Producciones), con un elenco compuesto por actores de ambos países, encabezado por Daniel Kuzniecka y Edurne Ferrer. Juan (Kuzniecka) decidió hace un tiempo irse a vivir con su pareja, Mar (Ferrer), a la Patagonia argentina, buscando alejarse lo más posible del mundo. En la actualidad, Juan trabaja como fotógrafo artístico y acaba de echar a su mujer de la casa familiar por una supuesta infidelidad. Sin embargo, sigue pegado a esa historia de ¿amor? Pero cuando Mar decide irse del lugar donde residen con el pequeño hijo de la pareja, Juan se obsesionará sobremanera y buscará defender a toda costa el mundo que construyó, incluso exponiéndose a situaciones extremas con consecuencias trágicas. Marea de arena se estrena este jueves exclusivamente en Arte Cinema (Salta 1620).

“La idea de la película nació a raíz de una conversación que tuve con un argentino que vivía en la Patagonia chilena con su mujer y su pequeño hijo. Había decidido dejar el país para siempre el día en que Carlos Menem fue reelecto como presidente”, cuenta Montiel Pagés, en diálogo telefónico desde México. “Me lo contó mientras estábamos en un Festival de Cine en la India y a mí empezó a moverme una serie de temas. No escribí su historia, pero la película surgió de esas charlas que mantuvimos”, agrega el realizador mexicano sobre la raíz de Marea de arena, que se vio hace unos días en la sección Horizontes Latinos del Festival de San Sebastián.

–Si bien el film tiene elementos de thriller psicológico, es ante todo un drama. ¿Comparte esa definición?

–Sí, sobre todo es un drama. Me parece importante que no renuncié a lo que el género me pedía: el desarrollo del suspenso psicológico. Ahí hay varios guiños a cosas de Hitchcock y de Wenders, en las que el elemento genérico aparece y uno no renuncia a él, sino que deja que viva en la película. Pero el enfoque es el drama de esta familia disfuncional.

–¿El principal mensaje del film es que los seres humanos son capaces de cometer tremendas crueldades por salvar el amor que tienen?

–De alguna manera, sí. Creo que, potencialmente, todos somos capaces de grandes atrocidades con tal de defender lo que más queremos.

–¿Juan siente amor por Mar o es una obsesión?

–Tiene una obsesión por su imagen. El es un fotógrafo que tiene como un ahogo con la abstracción de las figuras. Y entre ellas está la imagen de esta mujer a la que, en una definición muy inmediata, se diría que sigue amando, pero en realidad tiene una obsesión por poseer su imagen.

–¿Por qué Juan es incapaz de sobrellevar la separación matrimonial?

–Después de haber descubierto la supuesta infidelidad de ella, él está arrepentido de haberla echado. Y, de alguna manera, también tiene un enganche con la idea de la paternidad, la familia y el hijo. Entonces, aunque la echó, tiene una enorme necesidad de retenerla y, de “perdonarla”. De hecho, le dice: “Yo te perdono, vuelve”. Como si ella tuviera que ser perdonada... Y tiene una fijación con eso, con la nostalgia de la posibilidad de la familia. Su idea era encerrarse con su familia y vivir con ella fuera del mundo. De pronto, se le ha deshecho por su propia incapacidad de juzgar.

–En su intento por salvar la familia, Juan llega a situaciones extremas. ¿Por qué no encuentra otro modo que la violencia?

–Lo que se desencadena siempre dentro del ser humano es la violencia. Que a veces se reprima o que el marco de convenciones la reprima no quiere decir que no se produzca en el interior del ser humano una enorme violencia. Ahora bien, en el fondo hacemos películas porque podemos mostrar de una manera extralimitada lo que el espectador no es capaz de hacer en su vida cotidiana. Es decir que en el cine sucede y se realiza aquello que el espectador común no puede hacer en su vida diaria. Y creo que el hecho de que el cine dé la oportunidad de desahogar nuestros impulsos nos salva a todos de estar metidos en la cárcel. Eso es parte de lo que es el cine: un lugar donde uno realiza y satisface sus deseos, aun los más terribles, sin que eso implique realmente un daño social.

–¿El proceso de autodestrucción en el que entra Juan es producto de los hechos o de su personalidad?

–Es producto de su desesperación. Al final de cuentas, nada puede salvarlo del camino de autodestrucción que tomó hace tiempo. Tiene que ver con una especie de desesperación y una renuncia a luchar. Tenemos una enorme decepción frente a lo que la historia nos marca y algunos se dejan derrotar. En esa derrota muchas veces se llega a procesos de autodestrucción, de aniquilamiento propio. Pero, más bien, creo que hay que encontrar la forma de salvarse.

–¿Qué significa la soledad para Juan?

–Juan no es consciente de la soledad como tal. Es un hombre que siente una gran plenitud en ese espacio abierto de extraño encierro. Eso es algo que te pasa en la Patagonia: no te das cuenta de que estás encerrado porque el espacio es totalmente abierto, pero estás encerrado. Y no te das cuenta de que estás solo porque el paisaje te llena, pero estás solo.

–Martín, el pequeño hijo de la pareja, ¿se convierte en un rehén de dos seres en conflicto?

–Sí. Trato de que la historia remita a lo que todos vivimos en las urbes y en la vida cotidiana: la separación mal manejada, el uso chantajista de los hijos, el rol “impecable” del padre “amoroso” moderno frente a la madre “reprobable” que emprende el trabajo, la vida y la realización, “descuidando” la casa. Esta es la opinión de algunas madres que creen que las hijas hacen mal por querer realizarse. Todos estos elementos bastante ordinarios se pueden ver más claramente al extrapolarlos en la historia y colocarlos en una situación límite y excepcional. Está muy claro que Juan pretende ser un padre increíble y ejemplar, pero en el fondo utiliza al hijo para otro tipo de manipulación de su amor.

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